Carlos Luciano da Silva – Mineiro

MineiroCrecí en un ambiente sin muchas oportunidades; vengo de una familia humilde y sin muchos recursos. Lamentablemente, mi padre tenía problemas con el alcohol y mi madre pasaba la mayor parte del tiempo trabajando para poder alimentarnos. Mis expectativas de vida no eran muy prometedoras. Descubrí que a través del fútbol tenía grandes posibilidades de cambiar esa realidad y ofrecer unas condiciones de vida mejores para mi familia.

Comencé a jugar cuando tenía 6 años de edad, y sabía que me esperaba un arduo camino, pero estaba dispuesto a alcanzar ese objetivo. Siempre tuve el apoyo de mi familia, y eso me motivaba a recompensar esa confianza y ánimo que ellos me daban. Pero en la vida atravesamos a veces algunos desiertos y barreras, la principal de ellas era mi altura, que no era normal para un chico de mi edad. Siempre fui el más pequeño del equipo en todas las categorías por las que pasé, pero esto sólo comenzó a representar un problema para mí cuando estaba a punto de profesionalizarme. Intenté compensar esa carencia por todos los medios posibles, pero nada dio mucho resultado. Con 17 años me comunicaron que, debido a mi baja estatura, ya no formaría parte del grupo de atletas que alcanzarían el grado profesional. Fue una de las mayores decepciones de mi vida, pues estaba ya muy cerca de cumplir mi gran sueño cuando recibí esa terrible noticia.

Dejé de jugar al fútbol durante algún tiempo, pero luego me convencieron mis familiares y amigos, y probé suerte en algunos clubs, pero no obtuve resultados. La respuesta era siempre la misma. Me di cuenta entonces de que con mis propias fuerzas no conseguiría nada, y esa fue una de las primeras veces que decidí buscar la ayuda de Dios. Le rogué que Él me ayudase a cumplir mi sueño.

Después de muchos intentos fallidos me estaba desanimando, pero uno de mis últimos intentos Dios me abrió una puerta. Aparentemente era pequeña, en un equipo del Interior de SP (Rio Branco Americana/SP), pero en aquel lugar fui muy bendecido. En poco tiempo firmé mi primer contrato profesional. No fue un comienzo fácil, pero cumplí con mi parte al escoger tener una vida con Jesús, y así tengo la certeza de que en TODO hubo un toque especial de parte del Señor. Él me hizo llegar mucho más allá de lo que yo imaginé o soñé, permitiéndome alcanzar grandes objetivos y sueños “guardados”, contradiciendo las expectativas que muchas personas tenían sobre mí, y que creían que nunca llegaría muy lejos.

Logré alcanzar grandes logros profesionales, trabajé con grandes ídolos del fútbol y con grandes celebridades del deporte. Fueron experiencias inolvidables, y doy gracias a Dios porque lo más importante para mí fue conocerle a través del deporte.

Al contrario de muchas personas, Dios cree en nosotros y no se da por vencido. ¡En el equipo de Dios cualquiera puede jugar! Estoy muy agradecido a Dios, no sólo porque conseguí cumplir un sueño, sino porque Él se convirtió en mi mejor amigo. Él no se fijó en mi apariencia ni en mis limitaciones. Por eso mi vida, mi carrera, mi todo, es glorificar a Dios. Él dio sentido a mi vida, cambió mi historia y mis expectativas. Sé que tiene más planes para mí, y quiero estar siempre preparado para poder cumplir aquello que Dios tiene para mi vida. En Cristo yo descubrí lo que es ser más que vencedor (Rm 8:37). ¡Dios te bendiga!

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