Me llamo José Antonio Chamot, y nací en Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, en Mayo de 1969. A los 16 años llegué a la ciudad de San Lorenzo por un traslado de mi padre en el trabajo. Estudiaba de noche en una escuela técnica industrial, por lo que disponía de mucho tiempo durante el día y mi propósito era trabajar para ayudar a mis padres con los gastos de la casa. Sin embargo, sólo conseguí pequeños trabajos esporádicos como empleado de albañil. Esto sucedía en el mes de mayo del año 1986; en ese mismo año se jugaba el Mundial de Fútbol de México, y pude compartir junto a todos los argentinos el triunfo de nuestro Seleccionado Campeón del Mundo. Desde pequeño jugué al fútbol como cualquier otro niño de mi edad y también destacaba en atletismo; eran los dos deportes que más me apasionaban, si bien nunca imaginé llegar a dedicarme a ninguno de ellos de manera profesional. Por aquel entonces no sabía que me estaba formando como un profesional desde la base. Tal es así que al llegar a San Lorenzo no tomé la iniciativa de hacer una prueba en algún equipo de Rosario. Esta oportunidad me la ofreció un técnico de uno de los equipos infantiles en los que estuve en Concepción del Uruguay.
Aunque siempre fui una persona con un carácter muy introvertido y por ese motivo me costaba mucho integrarme, decidí aceptar el desafío y fui con la intención de aprovechar el tiempo al máximo, siendo consciente de que sin sacrificio ni disciplina nada se logra. Superé la prueba en Rosario Central y muy rápidamente, tras dos años de inferiores debuté en primera división con 19 años de la mano de D. Angel Zof. Estuve durante casi dos años en Primera jugando como titular del equipo. En 1990 fui convocado para integrar la Selección Nacional que dirigía Carlos Bilardo, es decir, me encontré siendo parte de aquella Selección de la que nunca me hubiera imaginado poder formar parte. Y esto no terminó allí; fui transferido a Europa con 21 años, un 3 de Noviembre.
Volví en el mes de Diciembre para pasar la Navidad con mi familia, y para casarme con Mariela (ella en ese entonces tenía solamente 18 años), quien fue de vital importancia para mi vida y para mi carrera profesional. Me fui de Argentina con unas fuertes convicciones, con mucho respeto por Dios y con un pequeño evangelio que mi hermano Daniel me había regalado, recomendándome leerlo allá donde fuese, porque él ya había tomado la decisión de caminar con Jesús y esto había cambiado su vida. Tenía en mi corazón algunos versículos que fueron sembrados a lo largo de mi vida en distintas ocasiones, y que Dios usó para comenzar su obra en mí.
Una vez llegado a Europa jugué tres años en Pisa, uno en Foggia, cuatro en la Lazio de Roma, un año y medio en el Atlético de Madrid, en España, y tres años en el Milan de Italia. En Roma viví distintas circunstancias que me hicieron reflexionar sobre las circunstancias de mi vida, y sobre toda la carga que estaba llevando sobre mis espaldas, la cual me generaba un gran agobio a pesar de disfrutar de muchos privilegios que Dios me estaba regalando: integraba un equipo de primer nivel en Italia, era titular en la Selección Argentina, mi esposa estaba embarazada de nuestra primer hija Jamie Lee y no teníamos necesidades económicas.
Pero aún así no encontraba esa paz y esa alegría que anhelaba mi ser. Muchas veces me traía los problemas del trabajo a mi hogar, y rompían la armonía de mi matrimonio y de mi casa. Fue un día de esos cuando estando a solas en mi habitación haciendo «zapping» en la televisión, encontré un programa en un canal cristiano, la TBNE, el cual me decía que Cristo no es una religión sino que es una relación, que yo necesitaba ponerme a cuentas con Dios, que traería luz y alegría a mis días cuando dejara mi carga en sus manos para que Él pudiera enderezar mi camino. Fue así como en ese mismo día le di el primer lugar a Jesucristo en mi corazón, en mi mente y en mi vida: Él tomó el lugar que le correspondía. Dios me habló a través de Romanos 10:2-3, «Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios», y de Oseas 4:6, «Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento». Desde aquel momento empecé a instruirme en su Palabra y ésta empezó a mostrarme qué cosas estaban bien y cuáles estaban mal en mi vida, y en qué modo podía yo cambiar esa vida de religiosidad que llevaba, sobre todo en el ambiente del fútbol, y que nunca me llenó cuando tuve dificultades.
Hoy por hoy, mi deseo y nuestro deseo como familia es alinearnos al propósito que Dios tiene para nuestras vidas y poder ser instrumentos útiles en Sus manos, aprovechando el tiempo en que estemos aquí. Mientras tanto, seguimos viendo día a día cómo Dios lleva a cabo Su voluntad en nosotros y nos damos cuenta de que no somos nosotros en Él, sino que es Él en nosotros.