Allyson Felix

Allyson FelixHola, mi nombre es Allyson Felix, de Los Ángeles, California, y he tenido la bendición de haber nacido en un hogar cristiano. Eso marcó mi vida, y el tener a Dios presente ha sido crucial en cada paso que he dado y en las decisiones que he tomado. Siempre me ha gustado competir en prubas de velocidad. Especialmente en los 200 metros. Cuando tenía 18 años gané la medalla de plata en las olimpiadas de 2004, en Atenas. Fue una gran experiencia.

Era impresionante. Nunca lo olvidaré. Recuerdo la entrada a la ceremonia de apertura; había tanta gente reunida allí y pienso que aprendí tanto, que nunca lo olvidaré.

En el campeonato mundial de atletismo en Berlín 2009 gané la prueba de 200 metros. Esa fue mi tercera medalla de oro consecutiva del campeonato mundial, ya que también había ganando tres medallas de oro en carreras de relevos. No había obtenido una medalla de oro olímpico individual, pero sí había ganado la medalla de plata en Atenas y Pekín, y de oro en relevos en 2008. Yo amo la competición; me anima la competición. Pienso que es estupendo competir, darlo todo y estar en lo mejor, y pienso que combina bien con ser cristiana. Yo amo competir con las mejores atletas del mundo, pero pienso que eso no es todo lo que soy. Es parte de lo que soy, pero tengo muchas otras cosas que quiero alcanzar y que también me interesan.

Cuatro años suponen un largo tiempo de trabajo y esfuerzo por llegar a la meta de ganar una medalla de oro en las olimpiadas. Admito francamente que hay días en los cuales el entrenamiento en sí mismo no es una opción motivadora. Reconozco que tengo algunos días en los que cuando me despierto no me siento como para entrenar. Pero pienso que estoy motivada también por otras cosas muy importantes para mí: por mi fe, por dar siempre el 100%, y por mi familia. También me motiva pensar en las olimpiadas, pensar en ganar la medalla de oro y saber que todas las otras competidoras también se despiertan pensando en lo mismo y entrenan.

Creo en Dios desde que era muy joven. Mi relación con Jesucristo es el centro de todo y no me puedo imaginar mi vida sin haber conocido a Jesús. No me puedo imaginar lo que hubiese sido despertar cada mañana y pasar por la vida sin Él, así que ya sabes que Él es mi vida y para Él vivo. Para mí, el mensaje de Jesús es este: “Él es nuestro salvador, y por Su muerte en la cruz por nosotros, no estamos perdidos; podemos acercarnos a Dios, y que Él puede salvarnos, podremos seguirle fielmente y tendremos propósito en nuestra vida.”

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